Era el año 1,987, en
el Distrito de Villa el Salvador, instalé la oficina
de mi empresa en la Av. Principal del pueblo; me hallaba trabajando en
mi tablero de dibujo como siempre, la
puerta del establecimiento se encontraba abierta para el ingreso de cuanto cliente interesado
ingresara, de pronto , un hombre humilde
de baja estatura de asomó a la puerta, esta vestido con un ropaje percudido de
trabajo, tiene la barba blanquecina larga
el cabello también , me miró de frente
parado desde la puerta, al instante pensé que era un mendigo, pero el hombre pronuncio una palabra mística de los creyentes.
¡ Aleluya hermano!,
Aleluya, pronuncio, sorprendido quede
con aquel manifiesto¡
Aleluya Hermano, Usted es el elegido, volvió a manifestar.
Este hombre está loco,
murmuré en mí mismo, el hombre sigue parado en la puerta
Pase usted adelante; le dije, y el hombre avanzó
hacia mi tablero y me dijo
¡Aleluya Hermano! Soy
el portador del encargo de Dios, con
esta expresión me quede sorprendido más
aún.
¿Cuál es el encargo de Dios
Señor?, le pregunté.
Dios quiere que consigas un terreno de tres hectáreas aquí
en Villa el Salvador, me contestó
¡Eso cuesta caro!, le dije.
No te preocupes, Dios
cumplirá con tus honorarios, repuso.
Tienes que firmar el
contrato y dejarme un adelanto, le
manifesté. Hermano haga su contrato
ahora mismo, aclamo con decisión, se nota que está contento y piensa que cumpliré con su pedido, con
cierta duda redacté el contrato y le pedí el adelanto; el misterioso hombre
saco del bolsillo de su pantalón varios billetes circulantes y me los entrego.
Equivocado estaba con la presencia de
aquel hombre humilde e ingenuo, me convencí de sus palabras cuando firmamos el contrato.
Hermano, en plazo de 30 días le entrego su pedido, le dije.
Date el tiempo suficiente hermano, regresaré después de 30
días, me dijo y se fué.
Al día
siguiente, acudí a mis conocidos del
Distrito para procurar y cumplir con el contrato, encargué de inmediato a mi
amigo economista para la
preparación el estudio económico del
proyecto. Para mi suerte, tenía conocidos en el consejo de regidores, al cual
solicité el apoyo para cristalizar el
magno proyecto de inversión. Me enseñaron el terreno posible para tal objetivo,
en brevedad posible terminé con el expediente técnico y presenté a la Municipalidad, el
consejo de regidores me entregaron la resolución de transferencia del predio a los interesados, así fué que conseguí la
solicitud de Dios a los 30 días, retornó el representante de Dios , lo llevé al
terreno conseguido y lo enseñe, el hombre emocionado miró todo el área que
pronto seria la propiedad de Dios, me agradeció infinitamente; lé entregué todo
lo encargado y le dije
Hermano, con la resolución
oficial de la municipalidad pueden tomar posesión del terreno.
Aleluya hermano, sus palabras serán escuchados por Dios, me contestó emocionado y se despidió de mi aquel hombre misterioso y solemne. Me sentí satisfecho por
tan noble misión que había cumplido, sobre todo
por el agradecimiento del místico, y pensaba sobre la satisfacción de
ese Dios que no conozco. Pasaron 30 días
desde día de la despedidas, y de la
misma manera de la primera vez, aquel
hombre humilde retornó a mi oficina,
Aleluya hermano,
dijo fuerte, entrando presuroso, apretó mis manos en son de saludo ¿Qué paso hermano, algo a salido mal? Le pregunte.
“Bendito seas hermano”,
Dios te quiere conocer, me dijo
Y donde esta ese
Dios que también quiero conocerlo, le
respondí, era un día lunes
El domingo que viene es fiesta, pondremos la primera piedra
en el terreno que usted nos consiguió, Dios estará presente en esa fiesta, y él
te invita hermano, contestó, con la respuesta del presente, me sentía
incrédulo, ¿Dios en la tierra?, es imposible balbuceaba en mí mismo, pero el
emisario de Dios insistía con la invitación, casi en son de burla le contesté
Estaré presente en la
fiesta hermano, estaré.
“Aleluya hermanos”, te estaremos esperando, me respondió
contento, con amabilidad se despidió y se fue, los días pasaron rápidos, era
sábado día de cumplimiento y entrega de
los trabajos terminados a sus dueños, pero nadies saco sus trabajos
en ese día; preocupado me sentí, no
tenía dinero ni un céntimo para el día domingo, debía a la pensión, por lo
tanto ya no podía pedir fiado; dije entonces.
¿Quién se ha muerto sin comer un día? El lunes ya tengo
dinero, me conformé con mi respuesta
propia, llegó la noche del sábado, me quedé dormido profundamente, al día siguiente, presuroso me
levanté de la cama, después de asearme,
me senté en el taburete y me puse a trazar algunos diseños en mi tablero,
pasaban las horas poco a poco estoy
sintiendo hambre, seguía en la oficina con la esperanza que alguien se
acerque a recoger sus encargos , como nunca nadies vino, el hambre cada vez me condena, al mediodía, Salí a la
calle pensando que tal vez algún conocido me invite a comer, caminaba por la
calle ancha de la ciudad, no veía ningún conocido.
“carajo, cuando uno no tiene dinero, es cuando dá más
hambre, y cuando uno tiene dinero, ni hambre se siente, ¿Qué mierda tiene la
vida? Requintaba; en aquella
caminata, recordé de la invitación del
emisario de Dios; me animé a asistir a tan magna invitación,
avancé un trecho de la avenida, estando en la dirección de la tierra prometida,
divise un mundo diferente, en el arenal de Villa el Salvador habían levantado
enormes toldos, hay mucha gente en ajetreos diferentes, tienen vestidos extraños.
¿Dónde estoy?, acaso este pequeño mundo es la tierra
prometida de Moisés me interrogaba, los
varones usaban sotanas que cruzaban sus espaldas mantos rojos,
las mujeres también protegen sus cabezas
con velos blancos, caminaba intrigante
con lo que veía, estoy a una distancia tal vez de cien metros, un buen
grupo de personas vienen a mí encuentro, estando cerca, reconocí al
emisario y todos tenían barba larga y de cabellos largos.
Aleluya hermano, bienvenido seas a la tierra santa, me dijo.
Yo, aun no
convencido de lo que veía, les dije,
gracias hermanos, gracias
Vamos hermano, Dios te espera, me recalcó, avanzamos todos hasta el toldo grande, divisé una mesa
inmensa con abundante comida, al ver esto, se me quito el hambre, al
costado del inicio de la enorme mesa,
efectivamente, Dios estaba sentado esperándome, al verme se puso de pie y me
abrazó, me invitó a sentarme a su costado, así lo ice Dios era un anciano, de
barba y cabellos blancos, usaba un casimir negro y le rodeaba a su espalda
un manto rojo con rebetes de oro fino.
¡Bendito seas hermano!, por
el cumplimiento de mi encargo, me dijo
Maestro, solo cumplo con mis obligaciones le respondí
Son pocos los hombres que me entienden, mira a mi rebaño,
hasta lloran por esta tierra Amada, y te
aclaman a ti por tus hechos que nos
convences, habló Dios convencido de su pueblo y está dispuesto a
construir el paraíso de la
sabiduría de los hombres, aquí en el
arenal desértico de Villa el Salvador.
HUAMAN POMA II