viernes, 25 de octubre de 2013
miércoles, 16 de octubre de 2013
DEL LIBRO, EL ROSTRO FIERO DEL PARAÍSO
Por caminos desconocidos
estoy clamado, interrogado voy al
momento por su desconocida presencia, esto que tiene a imagen de tristeza, se
convierte en valor, valor que debo mantener
hasta el alva de mi existencia o en el ocaso encuentre la respuesta digna
o indigna también, todo a de suceder en
este mundo desconocido, pero mi fé es la única estrella que en la masa oscura brilla,
gime ¿no se porqué?, que debo entender en su manifiesto.
¿Dónde se debe hallar el
sosiego? En la catedral de confesiones y
de lamentos, o en un lenocinio de vasallaje de porquerías.
Gervacio pensaba en todo lo
dicho, como ha de ser el comportamiento de su mujer cuando conozca a su hijo o
de sus dos hermanas que esperan con ganas de conocer a Huamancha, el bus de
viaje que salió por la noche de Puquio avanza con premura por la carretera
negra de asfalto, los viajeros adormitan, pero Gervacio encalla en un mar de
pensamientos, no sabe exactamente si lo que está obrando va resultar como
acordaron con Clara Luisa su mujer con
la que se casó hace doce años, a veces es imponente ella, lleva una vida
placentera de abundancia, viaja en verano a las Antillas también a Suiza a
visitar a sus parientes Europeos, tiene exquisitos gustos de vida palaciega,
Gervacio Ulloa de Riquelme, es descendiente de la Aristocracia criolla de Lima
y ostenta cuantiosa fortuna de sus padres, fincas y haciendas que con la
reforma del General Velazco perdió a las haciendas pero no de sus fincas, egresado
como ingeniero minero de la Universidad Yale de los Estados Unidos, trabajó en la
minera Southern en Moquegua y en la Hosher Corporation con la que viajó por todos los rincones de los Andes en prospección
minera; estando en Ayacucho Lucanas en el pueblito de Sancos en la estancia de
Qanqoripa, plasmó su sentencia con el
abuso cometido con la niña Remigia y hoy arrastra esta condena, será para su
bien o para su mal, la injusticia tiene un precio que no te deja vivir
tranquilo toda tu vida, podrás esquivarlo, pero tus descendientes lo
arrastrarán.
El bus llegó a Lima a las cuatro de la mañana, estando en
la estación, Gervacio y Huamancha bajaron de los Angares, de inmediato subieron
a un taxi y se fueron a su residencia que se encuentra en San Isidro. El
amanecer se despide de esta ciudad de asfalto
y concreto, los pastorales eléctricos iluminan a las calles aun quietas
sin bullicio de mercaderes, al avance del vehículo capitalino, Huamancha esta sorprendido
con todo lo que veía, se quedó istmado sin habla, todo este ajuar es como una
doncella provocativa con sus encantos, los edificios de cristales son gigantes
como su propio pensamiento y se arremolina como una hojarasca de mil preguntas
y de mil respuestas; carretilleros yacen en las esquinas de las calles, humeantes
están las teteras y los parroquianos se acercan a beber las pócimas vaporientas
de valor.
El automóvil llegó a la
residencia de San Isidro, descendiendo Gervacio sacó la llave de su bolsillo y abrió
la puerta, interiormente la casa es un palacete que inspira rigor, como si de
sus paredes se oyeran gritos, quejas dolientes de cuanta gente que pasó por sus
salones y son historias desconocidas.
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