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jueves, 16 de mayo de 2013

CHOTANOS, BANDOLEROS Y JUSTICIEROS

CHOTANOS, BANDOLEROS Y JUSTICIEROS (FRAGMENTOS) Al descubierto de la matanza de los soldados, la batalla estaba vibrante en su ley; a la llegada de la noche de luna, el teniente destacó a sesenta chaveteros a Olmos. En la pampa del burro, estaba el escondite de Abraham, desde este aposento, alarmó a su gente en combate, después de la pelea en la llanura, pensaba retornar a San Felipe, antes del hecho, se fue al pueblo a despedirse de su amada Angelita Saavedra. Llegando al pueblo, entró a la casa de Angelita, pero ella, nunca le había aceptado entregarse a Abraham, temía sufrir, sabía que Abraham en cualquier momento moriría, eso le daba temor, esa noche, Abraham le rogó tanto a su amada, estaba obsesionado con esta delicada mujer, tal vez quería darle el primer beso y el ultimo en su boca cautivante, eso sería suficiente para él, y se le llegaba la muerte, se llevaría el único recuerdo de amor puro e inocente de Angelita. No hubo forma de convencimiento, hasta la respiración se le suspendió Abraham, su corazón latía, con la voz quebrantada, se despidió de Angelita, casi lloroso salió de la casa; cuando salió Abraham, Angelita se fue en llanto profundo, temblaba con su proceder ingrata, no quería que se vaya, quiso detenerlo, pero se ahogó en su propio llanto, se fue corriendo a su alcoba y lloró si consuelo. ¡Ya están hechas las cosas!, ¡ya están hechos!, decía. Abraham caminaba como embriagado por la calle oscura, entrando a la fonda de don Jacinto Soplapuco, pidió media botella de agua ardiente, bebió como hambriento de licor, en la taberna lo acompañaron don Clorindo Mayanga y Nicanor Olazabal. ¡Don Jacinto!, préstame tu guitarra que quiero trinar, solicitó Abraham, don Jacinto de buena gana le dio la guitarra; bordoneó y dio trastes a la bohemia y se puso a cantar un yaraví. ¡Porque!, ingrata mujer Mi corazón No encuentra la calma. Convencido me voy De tu desprecio. Mi amor, mi sueño No hay tranquilidad Para mí. Más allá de tus miradas Mi corazón sangrará Será para mi bien Para tu bien La muerte Es la satisfacción para mí alma Para mi corazón El consuelo, es tu desprecio. En la noche dolorosa, el sentimiento crisma en la atmosfera confusa, porque la decisión duele y el corazón sufre, que incomprendido es este mundo de sentimientos cuando no hay valor; o es que la respuesta es cobarde. A media noche salió de la taberna embriagado, se va a la pampa del burro, donde los demás lo esperan, al pasar por la puerta de la casa de Rosita Huerta, la dama trigueña de color canela, se hallaba en la puerta sentada, al verlo a Abraham embriagado, lo llamó y se sentaron los dos juntos, Rosita siempre había pretendido el amor de aquel hombre de hechuras de justicia, fue ocasión para ofrecerle su corazón, cándida ella, consoló a Abraham de su sufrimiento. ¡Abraham!, ya calma tu tormento por Angelita, le dijo Rosita. ¡No puedo!, mas parece que quiero morir llevándome su desprecio como recuerdo, contestó. Déjame calmar tu padecer, yo siempre estaba esperando este momento, manifestó Rosita. Cuando el corazón se empecina por la perfidia salvaje, no repara en otra, por más que estés muriendo de amor, respondió Abraham. ¡Ya es tarde!, quédate conmigo, siquiera por esta noche, aclamó Rosita. ¿No será mi tragedia aceptar tus besos de fuego?, contestó. ¡Si es tu tragedia!, será también mi tragedia, dijo Rosita. Está bien me quedo, quiero sentir el pálpito de tu corazón mujer, siquiera por última vez, manifestó y entraron hasta la alcoba de Rosita. Esa noche se amaron, ardieron como fuego y se enroscaron como serpientes en celo, los dos se quedaron dormidos, al golpe de la puerta se despertaron. ¡Es mi padre!, dijo Rosita. No te preocupes, si tu padre te desprecia por este momento, nos iremos al monte, contestó; mientras Rosita observó a la calle por la rendija de la puerta. ¡No es mi padre Abraham!, aclamó. ¿Y quién es?, contestó. ¡Son soldados!, ¡son soldados!, dijo Rosita casi llorosa. ¡No puede ser!, respondió mirando también por la rendija. ¡Te van a matar Abraham!, ¡te van a matar!, maldita la hora que te hice quedar, gritó Rosita, llorando se tiró al suelo, la puerta cada vez mas cedía a los golpes de los soldados, Abraham decidió enfrentarlos, tomó valor e empuñó sus dos puñales arábigos adornados sus mangos con piedras preciosas y nácar de conchas y perlas, al ingreso de dos soldados al recinto, Abraham hundió sus dos puñales en el vientre de los dos soldados, salió raudo a la calle, le dispararon en los pies, Abraham seguía de pie amenazante para la lía; lo lacearon, lo enredaron todo su cuerpo, con un lazo seguro en su cuello, fue arrastrado hasta la plaza de Olmos por un caballo negro, ¡Qué hacemos con la mujer teniente?, dijo el sargento. ¡Mátenlo!, ordenó, a Rosita lo mataron en su propia casa, su cuerpo recibió varios balazos de fusil militar, su alma voló a lo infinito y lo está esperando a Abraham su llegada. Todo el pueblo se volcó a la plaza, no podían creer de la derrota de Abraham, todos se preguntaban, como ha caído el más feroz de los bandoleros, aquel hombre que había puesto en su zozobra a los señores de sangre azul de Lambayeque. Abraham yace cerca al portal de la iglesia, cuatro soldados lo sostenían de pie, todo esto era un lastre de maldición. Angelita enterada de la captura de Abraham, llegó desesperada a su presencia, vio a aquel hombre que le había negado su amor, arrepentida de todo, quería llorar, gritar pidiendo clemencia, no pudo, se ahogó en su propio quebranto, mientras Abraham estaba absorto, esperando la última estocada de muerte. ¡Amor mío!, ¡si mueres!, yo también me voy contigo, dijo en balbuceo Angelita, se miraron por última vez en la inmensidad de dolor; al descuido de un soldado que se halla a su diestra, le quitó el puñal de su pechera y se corto la yugular, en borboteo de sangre, el cuerpo de Angelita cayó al suelo; la desesperación y el griterío de la gente inquietó a los presentes para ofender a los soldados. El capitán ordenó el fusilamiento, pero al instante intervino el brigadier Mogrobejo y dijo. Lo llevaremos como trofeo al prefecto, manifestó. ¡Mi coronel!, ¡será como usted ordene!, respondió el teniente, y desestimó el fusilamiento. Lo subieron al caballo, en posición de cúbito lo amarraron a la montura y se lo llevaron a Chiclayo. Teniendo conocimiento de la captura de Abraham, Regino Arévalo se propuso a rescatarlo a sangre y fuego a su líder; tendieron celajes en el rio Olmos. Esperaron que se acerque la hilera de soldados a la hondonada del rio, Petronilo desde la copa frondosa del algarrobo, chilló como la chilala anunciando el momento del combate, Regino ordenó el ataque, la lucha fue feroz bajo el clímax del puñal y el fusil, Javicho Orlandini alcanzó al caballo donde estaba Abraham y se dispuso llevárselo, al instante se le enfrentaron dos mercenarios también a puñal, pero Javicho les adelanto el encesto; la escena estaba observado por el teniente y Javicho cayó muerto dominado por las balas del fusil del teniente. Los bandoleros no estaban acostumbrados a liar batallas en la llanura, al darse cuenta de esto, Regino ordenó la retirada, todos huyeron al monte, los soldados siguieron disparando sus fusiles, matando así a muchos bandoleros por la espalda. El paisaje se tiñó de sangre y quejas de los heridos, Toto Cachuchu y Donato Pisfil, yacían heridos en el suelo, a Toto se le había roto las piernas de tantos balazos, y a Donato le habían mochados sus brazos; aun así Vivian. El teniente encolerizado ordenó el remate de muerte a todos los heridos de la facción contraria, con la venia del brigadier recogieron a los heridos suyos, abandonando a los cadáveres expuestos a la intemperie se fueron, para que este calvario de martirio sea para el arrepentimiento para los que quieran burlar al gobierno de los aristócratas. CAPITULO II INICIO DE LA REVOLUCION INDOAMERICANA El calabozo era una charcaza de barro, filtrado por las aguas del canal de cloacas del cuartel, era pestilente insoportable, érase madriguera de ratas y zancudos; todo este acto de inhumana porción, lo soportaba Abraham Alama, en la cima de una barbacoa de palos, apenas cubierto por costales de yute estaba. Las heridas de bala que tenía en las piernas, se había inflamado, con un dolor insoportable se quejaba, en su pensamiento doloso, no sabía si estaba muerto o vivo, solo meditaba, que había obrada con la venganza por la justicia de sus compablanos, parece que amanecía; en la Aurora del nuevo día, vio a Goyita hija de Emiliano ya señorita, son visiones que ve por la fiebre que lo martiriza, Goyita está caminando por un inmenso prado lleno de flores y pájaros del paraíso, llegó a un inmenso portal trapizoidal, sostenidos por inmensas piedras talladas, uno sobre otros yacen. Es la puerta del cielo, dijo un Ángel con forma de libélula. ¡Madre!, has una carta inmensa al firmamento, le dijo. Escrito esta en el destino el afán de tus sueños se cumplirá de aquí a dos siglos, mientras tanto, soportaras el dolor que te aqueja, contestó el Ángel. ¡Por mí que importa!, solo te pido, que Goyita no sufra como yo estoy padeciendo, aclamó Abraham. Ella será el testimonio de tu existencia, sus talones siempre estará en el fuego, clamando por tu fe, respondió el Ángel. Abrieron la puerta del calabozo de barrotes de fierro, al ingreso de dos soldados ordenado por el teniente Arbulú, lo sacaron del calabozo, el bandolero apenas camina, esta absorto a punto del desmayo, lo llevaron al campo abierto lleno de malezas y tierra movida propio de la zona, lo amarraron a un tronco para que no se caiga, ¡qué triste es este día!, con el ultimo presente de este condenado, no hay nadéis quien llore por él, ¡que soledad!, ¡que soledad!, en su agonía vio a los dioses de este reino, estaban a su frente los hacendados, lo miraban con asombro, la mujer del Prefecto dijo. ¡Maldito!, ¡mil veces maldito!, con cólera aclamó No maldigas mujer, dijo el Prefecto ¿Porque no?, intervino la mujer Al valor del hombre hay que darle razón, contestó. ¿Porque? si es un ladrón y criminal, respondió. Son pocos los hombres, que defienden su valor con la muerte, contestó el Prefecto. Abraham en su agonía, vio a Jesucristo que salió del océano, se acercó a él dejando atrás a los dioses ¡Jesús!, porque te compadeces de este Satanás, manifestó la mujer. Entienda mujer, yo no fui tentado por el demonio, ¿Por qué ha de ser así?, si Lucifer es mi hermano, contestó Jesús. Al escuchar la respuesta de Jesús, la mujer pido a su marido, la retirada inmediata del lugar; todos los dioses se fueron, dieron la espalda al condenado, sentenciando así, al martirio en la hoguera, el General también se fue, dejó la orden al capitán para el disparo de los fusiles al cuerpo de Abraham. Todos los bandoleros en su sitio, estaban consternados por la partida de líder, juraron a seguir con sus propósitos, hasta que los patrones entiendan, que los jornaleros también existen, sienten como ellos, si no fuera así, son parias sin destino. Hay mucho ajetreo y voces en toda la nación, en los pasillos de los tribunales, del mismo palacio. En los claustros de San Marcos, los jóvenes se remangan los pantalones y la sabiduría elabora un crisol, para fundir las ideas, que por naturaleza a de salir el cristal de las decisiones. Por las calles de Trujillo, caminaba Víctor Raúl Haya de la Torre, llevaba en su mente mil palabras y mil razones, aun muchacho soñador, testarudo como la porcelana, quería plasmar sus ideales al infinito mundo de su existencia. Todos los sucesos de la época, era la metamorfosis para el ordenamiento de sus ideales, hambriento por saber la oscura respuesta de la esfinge, llegó a parar en los claustros de San Marcos. los hechos de reyerta de los bandoleros, le había inspirado la rebelión contra el sistema gobernante; esta época genial de los novecientos, es la farola de los soñadores por la libertad y la igualdad de las castas sociales, lo que no pudo ser en los ochocientos. Las luchas de los pueblos sin noción política, siempre habían sido aniquilados, pero, el joven Haya de la Torre, había contemplado de cerca a estos sucesos, por lo mismo, tomó en serio la acción de los bandoleros de chota, de los montoneros de Arequipa y los Qorilazos de Andahuaylas; mas patéticamente, con la hojarasca de Luis Pardo en Ancash. Los pleitos y las riñas en la cámara de diputados, pronosticaban bueno y malo de las decisiones, los diputados por Cajamarca, Lambayeque y Trujillo, clamaban por un salario justo para los jornaleros de las haciendas, ya no un topo de tierra para la servidumbre. OTRO JUSTICIERO EN LAS CIUDADES Para los herederos de la colonia era difícil dejar el sistema colonial de la economía, las haciendas semifeudales proseguían por la misma ruta, hechos que ellos mismos engendraron las revoluciones militaristas y de gobiernos de caudillaje, cuyos resultados provocaron los levantamientos y venganzas por la justicia. Si bien es cierto, los jornaleros habían conseguido las reivindicaciones salariales por la que lucharon, la siguiente lucha era por las ocho horas de trabajo. El joven Víctor Raúl en compañía de sus fieles amigos, alzaron la bandera reivindicativa por las ocho horas, desde los mismos salones de San Marcos, pregonaban por la justicia, justicia que daría calma y claridad de la situación política del momento. Los gamonales inquistados en el gobierno de turno, no se lo iba dar fácilmente la razón al joven Víctor Raúl, tenían de garantía al ejército, las leyes tienen del tamaño de sus ambiciones. El hostigamiento de los bandoleros del campo continuaban, era de venir e ir de los batallones de la caballería a las provincias. Casiano Alvites, después de la muerte de Emiliano y de Abraham; se había concentrado en las serranías de Trujillo, en el camino de Pacasmayo a Cajamarca. Mientras tanto, la jornada realizado por los asalariados del campo y de las ciudades, resultaba con olor a muerte. No era suficiente para este objetivo, los discursos en la cámara de diputados o las revueltas callejeras ocasionales; era importante la agremiación de las fuerzas productivas, con ello, nacieron los sindicatos clasistas y unitarios. El entendimiento del joven Víctor Raúl, a pesar de sus orígenes aristocráticos, el compromiso era con aquellos jornaleros del campo y de la ciudad; en definitiva, con el país que estaba pasando su primera experiencia, hacia una sociedad moderna con el engranaje también hacia el mundo.