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miércoles, 16 de octubre de 2013

DEL LIBRO, EL ROSTRO FIERO DEL PARAÍSO


Por caminos  desconocidos  estoy  clamado, interrogado voy al momento por su desconocida presencia, esto que tiene a imagen de tristeza, se convierte en valor, valor que debo mantener  hasta el alva de mi existencia o en el ocaso encuentre la respuesta digna o indigna  también, todo a de suceder en este mundo desconocido, pero mi fé es la única estrella que en la masa oscura brilla, gime ¿no se porqué?, que debo entender en su manifiesto.
¿Dónde se debe hallar el sosiego?  En la catedral de confesiones y de lamentos, o en un lenocinio de vasallaje de porquerías.

Gervacio pensaba en todo lo dicho, como ha de ser el comportamiento de su mujer cuando conozca a su hijo o de sus dos hermanas que esperan con ganas de conocer a Huamancha, el bus de viaje que salió por la noche de Puquio avanza con premura por la carretera negra de asfalto, los viajeros adormitan, pero Gervacio encalla en un mar de pensamientos, no sabe exactamente si lo que está obrando va resultar como acordaron  con Clara Luisa su mujer con la que se casó hace doce años, a veces es imponente ella, lleva una vida placentera de abundancia, viaja en verano a las Antillas también a Suiza a visitar a sus parientes Europeos, tiene exquisitos gustos de vida palaciega, Gervacio Ulloa de Riquelme, es descendiente de la Aristocracia criolla de Lima y ostenta cuantiosa fortuna de sus padres, fincas y haciendas que con la reforma del General Velazco perdió a las haciendas pero no de sus fincas, egresado como ingeniero minero de la Universidad Yale de los Estados Unidos, trabajó en la minera Southern en Moquegua y en la Hosher Corporation con la que viajó  por todos los rincones de los Andes en prospección minera; estando en Ayacucho Lucanas en el pueblito de Sancos en la estancia de Qanqoripa, plasmó  su sentencia con el abuso cometido con la niña Remigia y hoy arrastra esta condena, será para su bien o para su mal, la injusticia tiene un precio que no te deja vivir tranquilo toda tu vida, podrás esquivarlo, pero tus descendientes lo arrastrarán.

El bus llegó  a Lima a las cuatro de la mañana, estando en la estación, Gervacio y Huamancha bajaron de los Angares, de inmediato subieron a un taxi y se fueron a su residencia que se encuentra en San Isidro. El amanecer se despide de esta ciudad de  asfalto  y concreto, los pastorales eléctricos iluminan a las calles aun quietas sin bullicio de mercaderes, al avance del vehículo capitalino, Huamancha esta sorprendido con todo lo que veía, se quedó istmado sin habla, todo este ajuar es como una doncella provocativa con sus encantos, los edificios de cristales son gigantes como su propio pensamiento y se arremolina como una hojarasca de mil preguntas y de mil respuestas; carretilleros yacen en las esquinas de las calles, humeantes están las teteras y los parroquianos se acercan a beber las pócimas vaporientas de valor.

El automóvil llegó a la residencia de San Isidro, descendiendo Gervacio sacó la llave de su bolsillo y abrió la puerta, interiormente la casa es un palacete que inspira rigor, como si de sus paredes se oyeran gritos, quejas dolientes de cuanta gente que pasó por sus salones y son historias desconocidas.