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miércoles, 6 de noviembre de 2013

DEL LIBRO EL ROSTRO FIERO DEL PARAÍSO


El Maestro inculcaba  a huamancha  toda la historia de los hombres, el muchacho asimilaba con facilidad y devoraba a los libros  en lecturas interminables, escuchaba con atención  a las palabras del maestro, le fascinaba ese mundo extraño al que él estaba ajeno; se interesaba de aquel hombre que de niño era un insignificante y de joven era un enclenque incapaz de cortar un árbol para el leño, miraba a su retrato de cara huesuda cuyas barbas envolvía a su rostro blanco de frente ancha, era feo de pómulos salientes  y de ojos hundidos, pero en ese rostro fiero guardaba el paraíso, tal vez fue el cordero de Abraham que no murió en el holocausto, pero él tenía que morir en el teatro de sinfonías, asesinado por el odio de los herejes   en la enerva de mandrágora.- en las noches azules huamancha conversaba con Gandhi , el filósofo se presentaba con turbantes blancos y de espalda desnuda,   venia en el espejismo del desierto, su respirar era el ronquido de los que mueren pidiendo clemencia, apenas era un diminuto hombre con mirada sin fin de cuyas palmadas germinaba la similla para expandirse por todo el desierto.- muchas veces se sentía acobardado  con todo lo que aprendía, el mundo de los herederos de moisés le parecía ser una laguna negra de confusiones , se sentía ahogarse en esas cloacas negras de la historia.- En su fantasía miraba a una mujer pequeñita que caminaba por las ciudades grandes dando besos en cada herida mortal sin tiempo, parecía a mamá ambrosia también a su madre Remigia, en fin era la madre de todos los sentimientos.-  La Madre Teresa  estaba junto a Hamancha,  ella lo miraba con los brillos de sus ojos de cuanta pación encendida, el muchacho estaba trémulo sin poder mirarlo de frente .
¡Piedad hijito! mírame de frente, anunció la madre Teresa.
No puedo mirarte, aun mis ojos están confundidos, contestó.
Yo soy el amor que camina por el mundo, este mundo ingrato aun no entiende a mis profecías, dijo la madre Teresa.
Eres demasiadamente sublime, tus alas de cristal me anuncian las cartas de mis espumas, respondió Huamancha.
 Tu sendero es de los que no sienten odió, te diré hijito,    lleva en tu corazón al que te ama y al que te odia, entonces entenderás el propósito de mi toga blanca con rebetes de azul cristalino, dijo la madre Teresa.
¿Cómo puedo entender eso?, interrogó.
Ya convérsate con Abraham y con Gandhi, ya todo está dicho.
Aun me siento cobarde para las batallas de conciencias, contestó.
Llegaras a las puertas de la derrota y de la gloria solo así entenderás la carta de tus espumas, respondió.
¡Madre, ten piedad de mí! No me abandones, imploró.

Estaremos contigo en alba de tus decisiones también el ocaso de tu martirio, respondió.